#3 Verano 2023

Artrosis
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CONOCER LOS LÍMITES PARA GANAR LIBERTAD

por Patricia Planas, Psicóloga y directora técnica de REU+

Ser diagnosticado de una enfermedad crónica en general y de una reumática en particular supone enfrentarse a un mundo desconocido y negado por el conjunto de la sociedad. No debe sorprendernos experimentar reacciones emocionales. Estas variarán en función de nuestra personalidad, edad, tipo de enfermedad, familia, amigos… Pero lo más habitual es tener miedo a lo desconocido, al dolor, a la destrucción del cuerpo y/o a la pérdida de autonomía personal.

Por tanto, las enfermedades crónicas tienen un impacto significativo en la vida de la persona, no solo nos imponen limitaciones corporales con sensaciones dolorosas muchas veces incontrolables, sino que además nos obligan a reducir la actividad, lo que nos produce pensamientos y emociones negativas. Pero también impactan en nuestro entorno, a nivel familiar, social y laboral. Todo lo cual agrava los síntomas incapacitando todavía más a la persona.

El dolor provoca reducción de actividad, modificamos la respiración, la postura, eso provoca tensiones musculares que aumentan el dolor, provocando reacciones emocionales negativas como el mal humor, pensamientos negativos, insomnio, pérdida de relaciones familiares y sociales, bajas laborales, lo que conduce a sentimientos de inutilidad y fracaso que hacen que disminuya el umbral de tolerancia al dolor, provocando más dolor que puede acabar produciendo trastornos ansioso depresivos que aumentan el sufrimiento y el dolor. Entramos así en un círculo vicioso negativo que es necesario romper.

Vivir con dolor cada día supone retos personales importantes. Hay que incorporar el dolor y la enfermedad a una nueva concepción del mundo, adecuando nuestra vida a los límites que nos impone la enfermedad, y adaptarnos aprendiendo a convivir con ella.

¿Cómo podemos aceptar el dolor en nuestro proyecto vital?
Debemos trabajar la asertividad, ser más asertivos significa ser capaces de ponernos límites a nosotros mismos y a los demás, nos ayuda a conocer nuestras capacidades, a cambiar nuestras actitudes, a comprometernos a no hacer más cosas de las que podemos y a buscar espacios para nosotros mismos destinados a hacer cosas que nos gusten, a reconceptualizar la perspectiva que tenemos de nosotros mismo. Nos ayuda también a anticipar los problemas con los que nos podemos encontrar y a generar soluciones, a trabajar la autonomía personal, y aprendemos a priorizar. Los límites nos enseñan a vivir con la incertidumbre que provoca el dolor. Ganando así autonomía personal y ganando, sobre todo, en libertad.

Por todo lo expuesto es imprescindible conocer los límites que nos va imponiendo la enfermedad, sabiendo que éstos son cambiantes en función de si estamos o no en brote y de la evolución de la propia enfermedad para saber qué podemos y no podemos hacer.

El tratamiento debe ir enfocado, además de al control del dolor y de la propia enfermedad, a conocer los límites para ganar en libertad.


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